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Se desarrollan mejor en ambientes secos, por lo que en invierno y otoño pueden aparecer en plantas de interior, y en veranos calurosos en el exterior (sobre todo cuando hay mucha densidad de hojas). Actúan fijándose a las plantas y succionando la savia. Poco a poco van deformando las hojas y los nuevos brotes, pudiendo llegar a matar a la planta si se extienden mucho.
A su paso dejan un reguero de manchas blancas o marrones que decoloran las hojas y las dejan pegajosas por la sustancia que producen, que además sirven de alimento para los hongos. Al igual que los pulgones, se eliminan con la aplicación de insecticidas sistémicos apropiados para que cuando la planta los absorba y las cochinillas lo chupen, mueran envenenadas.
De hecho, los que funcionan contra los pulgones también lo hacen con estos insectos. Ante ataques todavía leves, el agua jabonosa puede servir para que se desprendan de los tallos y las hojas
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