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El pino pertenece a la familia de los árboles primitivos, las coníferas. En algunas regiones, como en Asia, es símbolo de inmortalidad. Y prueba de ello es que durante el invierno, cuando los demás árboles pierden sus hojas, las coníferas permanecen siempre verdes aunque estén cubiertas de nieve.
Por su longevidad y porque simbolizan también el poder de la fuerza vital, las coníferas y en este caso el pino, están asociadas al dios Saturno, dios del Tiempo cuyo reinado corresponde al invierno. Ejemplos de coníferas longevas podemos encontrarlas en Sierra Nevada, donde existe una especie de pino californiano, el Pinus Aristata, del que se ha encontrado algún que otro ejemplar ¡de 4.600 anillos anuales!
En el pino hay partes que también se asocian con Saturno, por ejemplo la parte inferior del tronco, de corteza gruesa y de color gris, o el suelo arenoso donde suele crecer. Sin embargo, otras partes están asociados con Marte, llegándose a decir que éste, es un árbol de fuego. Ello se debe principalmente al color rojizo que presenta la corteza en la parte superior del tronco y las ramas; también al alto contenido en aceites y resinas de su madera, de la que luego se elaborarán trementina y sustancias inflamables.
En Grecia el pino estaba asociado a la sexualidad. La piña solía adornar, junto con la hiedra, el cetro del dios del vino y del entusiasmo, Baco, que lo utilizaba para hechizar a ninfas y sátiros. Existe otro mito donde aparece el pino asociado a la sexualidad: Atis, dios de la vegetación y sus ciclos, se castra después de haber tenido relaciones sexuales con la Gran Madre Cósmica y como consecuencia, muere convirtiéndose en un pino.
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