La belleza de la Magnolia

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Las magnolias son unas de las primeras plantas con flor. Su estructura floral es muy arcaica: el receptáculo es una especie de cono que se eleva en el centro de la flor y, en su parte más expuesta, se disponen los ovarios (las plantas más evolucionadas tienden a protegerlos en partes poco accesibles). Los estambres en la base del receptáculo no presentan gran diferenciación de formas entre anteras y filamentos (otra característica primitiva) y se disponen en forma espiralada. La relación de estas plantas con los insectos se establece a partir del derroche de polen que sirve como alimento, un pretexto para estimular su acercamiento. A su vez, las flores grandes y resistentes son adecuadas para soportar la visita de los polinizadores más antiguos y torpes: los coleópteros o escarabajos. 



Desde la perspectiva del paisajismo, las magnolias también mantienen su vigencia. Quién no tiene la imagen de algún romántico jardín de fines del siglo XlX o principios del siglo pasado, en el que se lucía la elegancia de su floración. La Magnolia grandiflora bien puede ser también elemento de jardines actuales. Es una planta que se mantiene impecable todo el año con sus lustrosas hojas grandes y luego, desde la primavera avanzada hasta el principio del verano, aparece el plus de sus flores desmesuradas con perfume alimonado. Las otras magnolias, de hojas caducas, florecen cuando todavía no ha despertado completamente la primavera, cuando las hojas aún no aparecieron y se destacan dada la escasez de colores en el jardín. La Magnolia liliflora, con sus flores violáceas como tulipanes que contrastan con la corteza grisácea, remite a estampas orientales. Por su lado, la Magnolia stellata constituye un arbusto ideal para que en los jardines pequeños se cuele una ráfaga de perfume primaveral en medio del invierno. Quizás una de las más espectaculares sea la Magnolia x soulangiana, un híbrido entre especies nacido azarosamente en un jardín francés. Cuenta la prestigiosa historiadora del paisaje Sonia Berjman que decidió la compra de su casa al enamorarse de un ejemplar de esta magnolia que preside su patio y le regala un ritual de primavera: mirar el cielo entre sus flores. 

La magnolia foscata, que en realidad es Michelia figo y pertenece a la misma familia, es un arbusto de hojas persistentes, de crecimiento lento pero que puede alcanzar dimensiones de arbolito (como el que se encuentra en la Escuela Hall de la UBA en Villa Devoto). Las flores pequeñas, color crema amarillento con algo de rojo, tienen un rarísimo perfume que encanta a algunos y resulta demasiado extraño para otros. 

Estas especies son las que pueden conseguirse y verse comúnmente en la Argentina, pero hay otras magnolias. Conforman este género unas 40 especies originarias del hemisferio norte (América del Norte y Asia), de zonas templado-cálidas. Entre ellas muchas son ornamentales, aunque menos conocidas, como la americana M. acuminata de flores amarillas. De la misma familia de las Magnoliáceas e igualmente primitivo es el árbol Liriodendron tulipifera, el conocido tulipanero. 

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