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Muchos hongos silvestres son comestibles, pero sin una certera identificación de la especie el placer gourmet puede transformarse en una grave intoxicación. No hay método universal y simple de distinguir un hongo tóxico de otro comestible, y la correcta determinación de la especie no es fácil porque hasta un mismo género con hongos comestibles –como Boletus– puede agrupar también especies tóxicas.
Un libro de aparición reciente, Guía de los hongos de la región pampeana de los doctores Jorge Wright y Egardo Albertó (Editorial L.O.L.A.), llena un vacío de información. En éste se clasifica la comestibilidad de los hongos con laminillas de esa zona y da las pautas para iniciarse en su clasificación. A la vez, alerta sobre la complejidad del asunto ya que, por ejemplo, el color de las etéreas esporas –que son para los hongos lo que las semillas son para las plantas: un vehículo de reproducción– es uno de los aspectos de la clasificación.
Si se busca producir hongos comestibles en forma casera, la especie de cultivo más simple es el Pleurotus ostreatus. Hay laboratorios que comercializan micelio y, como sustrato, pueden utilizarse troncos cortados, paja de cereal o cualquier otro material celulósico.
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